Una vez, mi amigo Benito me contó que era muy difícil
hacer prólogos, porque se escriben al final, después de que
el autor ha terminado el libro, incluso uno tiene un ejemplar
en versión electrónica. Luego, el editor coloca el prológo al
comienzo de la obra, saltando al prologuista del fin al inicio.
Finalmente, pocos leen el prólogo, la mayoría prefieren
saltarse esas páginas iniciales e ir directamente al primer
capítulo. Del final al comienzo y luego a la nada. Menudo
problema tratar de escribir unas líneas que generen al menos
algún interés, el que se merece el estupendo libro de Carlos
Augusto Rivas que el lector tiene entre manos.
Antes, la historia pretendía ofrecer una sola versión
construida desde los hechos realizados por los grandes
personajes del Estado. Sus temas eran los héroes, las guerras,
los presidentes. Sucesos fastuosos y magnos personajes,
casi siempre hombres y pocas veces alguna mujer, más como
excepción que como regla. La historia era masculina. Los
historiadores eran personas solemnes que daban discursos en
academias e institutos oficiales. La historia era amante del poder
y a su sombra se escribía la vida de próceres, antecedentes del
rumbo adoptado por el Estado.
Posteriormente, fueron cambiando los enfoques y ahora
se acepta que debe visibilizarse a sectores que antes no
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Historia de San Bartolo
tuvieron ocasión de trascender ante la vieja forma de hacer
historia. Es así como han aparecido nuevos sujetos y se ha
multiplicado la labor de los historiadores. Entre los nuevos
estudios predominan temas sociales y también de género,
que han hecho relucir a mujeres, campesinos, obreros y otros
sujetos sociales subalternos, a los cuales anteriormente no se
les prestaba atención.
En esta línea de renovación de la historia, las regiones
y pueblos del interior del país han sido objeto de multitud de
estudios muy profundos. Desde las monografías regionales que
se empiezan a escribir en los años cuarenta, por José Varallanos
y Emilio Romero, hasta nuestros días, este campo ha demostrado
gran fecundidad en el país. En este terreno se inscribe el reciente
libro de “Historia de San Bartolo” que se debe al infatigable
afán de Carlos Augusto Rivas.
En cada pueblo del Perú existe un émulo de Felipe Huamán
Poma de Ayala. Alguien que se dedica recopilar historias
y leyendas, como lo hace Rivas en San Bartolo. El cronista
indio era un gran dibujante y acompañó su texto por 400
imágenes que le confieren una gran singularidad. Hoy en día,
sus seguidores ilustran sus textos con fotos y mapas. Pero, la
actitud es semejante: tratan de recopilar sus tradiciones locales
e insertarlas en el cuadro general de la evolución. Esa actitud
está viva en todos los pueblos del Perú.
Al conducir el programa de televisión “Sucedió en el Perú”
en canal 7, he tenido ocasión de conocer a muchos escritores
locales que tienen manuscritos y algunas veces logran armar lo
suficiente y publicarlo. Siempre los estoy animando a culminar
su trabajo y publicar sus textos, porque están renovando el
conocimiento del Perú, completando el universo conocido,
expandiéndolo y enriqueciendo el patrimonio cultural. Pero,
también constato que muchos no terminan y no valoran la
Carlos Augusto Rivas
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difusión de sus conocimientos; están demasiado apegados a la
cultura oral y no la proyectan al escrito.
He estado en Ayacucho y he podido constatar que muchos
de estos escritores son profesores de colegio, a quienes hoy
en día se les suele culpar por el bajo nivel de la educación
pública. Sin embargo, he encontrado profesionales muy
comprometidos, recopilando de todo: adivinanzas, refranes,
leyendas, costumbres, sucesos históricos, héroes populares,
personajes locales. De todo. En algunos casos, un profesional
con mayor alcance organiza todo este conocimiento y aporta
una monografía provincial de buen nivel.
Hace poco tuve ocasión de prologar el libro de la profesora
Pina Canales sobre Historia de Parinacochas y Páucar del
Sarasara, sobre dos provincias del sur de Ayacucho. Era uno
de estos casos, cuando una profesora de colegio público arma
sus conocimientos en una forma académica que le permite
llegar al público. En este caso, el interés adicional reposaba en
que su público eran los mismos profesores porque es un libro
de historia provincial para uso de profesores de colegio. El
impulso principal de esta corriente es constar que los alumnos
solo estarán suficientemente interesados cuando sus profesores
les cuenten historias sobre gentes como ellos, como sus padres
y abuelos. Historias en las cuales puedan reconocerse. Solo así
se genera identidad.
Al igual que en el libro de Carlos Augusto Rivas, la mayor
parte de las obras escritas por profesores tienen como sujeto a
una localidad y, sin embargo, el abordaje es múltiple: se cubre
desde geografía, pasando por historia y remata en cultura e
identidad. Esta es otra característica de la historia local en el
Perú, su enfoque es multidisciplinario. Su sujeto es preciso y
delimitado geográficamente; pero la entrada a sus temas es muy
variada y quiere dar cuenta de una dedicación en profundidad a
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Historia de San Bartolo
un asunto específico. Al ser tan preciso su objeto busca despertar
interés abordándolo desde diversos ángulos y cubriendo todo
lo sugestivo que pueda tener su localidad. Estos escritores son
grandes amantes de su terruño.
Es para mí un honor presentar este libro de Carlos Augusto
Rivas que ha de enriquecer un campo del conocimiento histórico
fundamental para la historia nacional. Este es el estudio integral
de las provincias y localidades, que ha de conformar un nuevo
corpus sobre el cual se levantará una próxima síntesis integral
de la historia nacional, ahora sí sin excluidos ni marginados.
ANTONIO ZAPATA VELASCO