El buen azar es concordar en patrias libres y llenas de
azúcar, de esperanza y de intentos de no poseer más capitalismo -ese absurdo fatalismo que nuevamente quieren
hacernos creer que ha estado escrito siempre y que las
chozas de nuestros hermanos solo es un paso a su ascensión tributaria-. Falso. “Los brutos” segunda publicación
de Matías Segreti, está ubicado en la Venezuela del bloqueo económico, de los antibióticos en Miami, de las
culpas bajadas en grados de alcohol de magnates que aún
hablan de patios traseros. En esas zonas como Buenos
Aires, Caracas, Lima y barriadas por millares, la resistencia se va dibujando en un baile sin delicadezas, como un
abrazo de amor primerizo, en un spray que dibuja al Che
y sueña, o sueña el Che, o soñamos todos, todas.
“Los brutos” nace para defender mediante el ataque,
como una cálida defensa de quienes no tenemos nada que
perder, y principalmente de los que serían nuestro relevo:
las sonrisas que aún cuecen nubes.
Con sus fotos, la compañera Natalia Roncal, trabajadora
del lente, se suma a esta apuesta de editar, publicar y conspirar la obra de un escritor que, considero, dejó de ser
solo un “che” para ser todo latinoamericano, visitante sin
motocicleta a través de textos que buscan dónde abonar,
fructificarse, hacer planes de protesta por un continente
donde los novelistas se olvidan que un libro también es
un arma.
Como editorial peruana, encontramos con “Los brutos”
de Matías una jugada comprometida desde la literatura
por no callar. En ese gesto, junto a los y las compañeras
de Editorial El Colectivo, decidimos colocar un adoquín
más en la trinchera literaria que referentes como César
Vallejo, Rodolfo Walsh, José María Arguedas y tantas
y tantos otros, dejaron como herencia de este lado del
continente.
Correspondemos entonces la confianza otorgada por
Matías para la edición peruana porque así es, de manera
colectiva, que puede una obra de esta beligerancia romántica y deseosa de cambio, asomar por estas latitudes, asentarse y hacer patria de la grande.