Podríamos pensar que estamos ante las páginas de John Cheever y sus infatigables nadadores, o de un discípulo de Raymond Carver, pero por momentos es solo Cortázar, o tal vez Chéjov, pero no, es el huancaíno Ugo Velazco que, si la musa no lo abandona, y las desilusiones no dañan su pluma, nos estremecerá, todavía con otros relatos.
Zein Zorrilla