En su condición de disciplinas renovadas en los años sesenta, la antropología y la historia, además de aminorar su atención en el folklore, también olvidaron que cada europeo llegado a América, aunado a su profesión, o a la falta de ella, trajo consigo un universo de creencias religiosas no necesariamente seguidoras del canon eclesiástico. Por lo tanto, se debe echar miradas esclarecedoras en los sistemas de creencias habidos tanto en la Península Ibérica como en las regiones de España, pues las tradiciones regionales hispanas no solo tuvieron una personalidad cultural notable, sino que también lograron transitar hacia América formando parte del equipaje de los viajeros que arribaron a estas tierras. Mirando los Andes desde esta perspectiva, no es extraño señalar que la religión popular contenga tradiciones que se consideran nativas, pero que bien miradas serían, en realidad, tradiciones con una larga historia en el continente europeo. No es imposible que existan desarrollos paralelos en las culturas de continentes diversos, pero los casos de contaminación cultural que gradualmente se van descubriendo nos ponen al tanto del descuido en que incurrieron aquellas disciplinas sociales.