Lacan fue, ante todo, un clínico. Uno que no cedió en su «deseo de analizar». Esta apuesta produjo efectos que continúan hasta el día de hoy. La teoría y la práctica del psicoanálisis fueron sacudidas, renovadas. Desde entonces, a lo largo del mundo, el psicoanálisis lacaniano les ha permitido a incontables sujetos hacer algo con «lo incurable» que nos habita. Y digo «incontables» no por la cantidad de sujetos sino por su singularidad, que es irreductible al número y a la clasificación, a los neurotransmisores o a la hegemonía. La onda expansiva del acontecimiento lacaniano ha tocado también, de diferentes formas, las más diversas disciplinas: la filosofía, la teoría política, los estudios culturales, entre otras.