“Seguramente ahí, entrañable padre mío, en esas pircas de tu sangre, en esa incertidumbre que es la vida, reside el orden de ella misma, sus misterios, El Orden del Caos. La vida. Desde los tiempos de. Así es la vida, dice mucha gente, así es la vida. ¿No ves, padre mío? Regresó el sentimiento a hurgar sus rincones. No. Mejor, mis rincones, porque ahí viven estos oscuros noctámbulos que a veces son luz. Efímera luz. Una sonrisa de huérfano consuelo, de desasible tristeza, de desgarradores colmillos en el alma, en los frágiles huesos de la nostalgia para los que sin despedirse se fueron. Algún pariente. Un amigo. ¿Quién es el difunto? Algunos no lo conocieron. Pero preguntan. Desde los tiempos de. La vida. Con sus saturados espacios de cada época, a veces de vacuas esperas. Con sus penas y sus alegrías, con sus ilusiones y sus desesperanzas, con los azules de todo y sus nadas sin azules, con sus entonces y sus nuncas o sus siempres… La vida… Esta vida…”