Cuando María Isabel inició su secundaria, pensó que su mundo cambiaría, pero no ocurrió así. Los dos primeros años fueron igual de aburridos que la primaria. Cuando empezó el tercer grado, María Isabel caminó hacia la escuela con el mismo ánimo de siempre, pero a partir de ese primer día, ya nada fue igual. Levantarse cada mañana adquirió otro significado, hasta la escuela empezó a gustarle. El motivo: la llegada de un nuevo maestro que le hace sentir un vértigo constante.