Erase una vez un cerdito que no quería ser rosado pero era. Le enfadaba ver su imagen reflejada en su charco todas las mañanas. ¡No quiero ser rosado! ¡No quiero ser rosado!, repetía sin cesar el cerdito. Una mañana decidió subir a lo alto de una colina y observar los colores de la naturaleza: observó el amarillo del sol y se lamentó de no ser de eso color; luego el verde, y se lamentó por no ser del color de los arboles, los sapos o las plantas. Quizás rojo, como las fresas o las mariquitas; o tal vez azul como los pavo reales, el cielo o el amor; o quizás cualquier otro color… Pero, de pronto, vio un arco iris y se dio cuenta de que no había rosado. Quizás no es tan malo después de todo y se fue feliz a observar su bello color. Un cuento sobre la identificación y la autoaceptación.
Lima, 1970-