La «verdad» ha pasado a ocupar recientemente un lugar protagónico en
los debates de la opinión pública, en particular en su forma devaluada de
«posverdad». Se afirma, acaso apresuradamente, que se han desdibujado
ya las fronteras entre la verdad y sus sucedáneos, sobre todo en el ámbito
de las redes sociales. El debate no se limita, sin embargo, a los efectos
epidérmicos de la política mundial, sino que ha penetrado también en los
dominios de la vida académica y en la construcción de las diversas formas
de narrativa. ¿Qué verdad es posible atribuir a los relatos que proponen las
disciplinas históricas, artísticas, arqueológicas, sociales? ¿Hay acaso una
diferencia relevante entre los hechos y sus interpretaciones