La poesía de Miguel siempre busca conjugar el trabajo formal con los contenidos subvertores más frescos del medio. La suya es una poética que ni se alucina mejor que las “burguesas”, ni cree que con el simple rechazo de las formalidades canónicas puede llegar a ser mejor o más “auténtica”.
En virtud de ello, sería interesante que el lector se acerque a este poemario con ojos deslavazados. Que deje a un lado sus prejuicios literarios y sus seguridades culturales, para permitir que el estro del poeta invada su ser y, acaso, lo transforme.
No otro es o debe ser el propósito de la poesía que surge de los entresijos de la calle y la megaciudad; un espacio urbano que ya tiene, desde los 80, una estética particular, una forma idiosincrática de ordenar la existencia de sus pobladores y, en ese camino, condicionar el canto de sus poetas. Tiene el lector en sus manos uno de los mejores libros de esa admirable raza.
Víctor Coral Cordero