El Perú evidencia una polarización extrema: entre los peruanos que están en la lista Forbes de los más ricos de América Latina y quienes no saben si comerán mañana en la comunidad de El Calvario de Curgos, o entre quienes están dentro del círculo íntimo de los líderes de un partido y quienes pugnan por una cuota de poder dentro de una organización social de bases. Así y en cada dimensión del Perú, independientemente del espacio geográfico, entorno social o grupo de personas, las diferencias se han tornado demasiado evidentes y la polarización de posiciones son ahora hasta casi violentas. Las tensiones se dan inclusive entre quienes detentan poder y quienes no lo tienen, en cualquiera de las escalas de la convivencia social. Pero ¿cómo un país como el nuestro pudo llegar a una situación tan polarizada?
Las reformas estructurales que debieron sentar las bases para una economía social de mercado sólida e incuestionable no se dieron. ¿Por qué algunos quisieron o no pudieron? Este libro no responde a esta pregunta. Lo que sí podemos decir que en el Perú de hoy es distinto al del año 2000 y al del año 1990, para bien o para mal. Dentro de los males que aún persisten, encontramos las diferencias importantes entre ciudadanos y este es nuestro centro de preocupación: ¿por qué las diferencias subsisten? Desde nuestro punto de vista, el Perú no desarrolló la capacidad de aprendizaje institucional que permitiese avanzar sobre la base del pasado. El querer refundar o reinstalar una solución sobre otra ha conducido a que el Estado no cumpla a cabalidad su rol de proteger los derechos a servicios sociales básicos de los más pobres, fundamentalmente. Por esta razón, este libro compila la experiencia de programas sociales reconstruyendo la razón de ser y el aprendizaje de las instituciones públicas que pudieron haber contribuido para que las brechas se acorten, para que las tensiones se aminoren y para que la polarización no llegase al nivel que hoy hace al Perú, un país de más desencuentros que consensos.