La poesía es un bien íntimo, desconsiderado y cruel, Dante Alarcón lo sabe y toma sus cuidados. Queda expectante en el umbral del instinto. Otea un horizonte de palabras, se sumerge en sentimientos contrarios y enojosos y desde allí como en el borde de una caja de Pandora toma lo que queda de sufrimiento. La sal es útil, la ceniza, si abundante, necesaria. El dolor emerge desde el pozo de las desgracias, y luego, como colofón, halla un cielo vasto, lleno de indiferencia y esperanza. El amor se paseó haciendo jirones de su vida; pero construyó una amable provincia de palabras y Alacrán enamorado es recuerdo, nostalgia, dolor en la memoria, antiguas astillas clavadas en el ser humano como recordatorios: el amor juega cartas sobre mesas invisibles.
En un cielo donde rondan águilas y gavilanes, sabe que su pluma es de killincho y ataca con la prudente certeza y agilidad de la victoria. En el aire se tejen batallas, mientras entre las rocas del camino se pasean orondos y colorados, enamorados alacranes que creen en el amor y sus peligros.
El poeta Dante Alarcón sabe que hay una sola escala y sube a su Historia y en el aire hace su rumbo, como las pequeñas falcónidas que empuñan el viento y ofrecen un sereno camino entre el aire coloreado por el aleteo de sus rojizas plumas, Dante Alarcón señala su cielo y hace de sus recuerdos un rostro amable de vida en paz, al redor de la familia que lo ve amable y soñador como el fuego que colorea la ceniza de sus pasos.
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