No obstante el tiempo transcurrido desde la Conquista, la palabra mestizo
no ha conseguido despojarse de su connotación negativa. No faltan
quienes la usan todavía como marca de impureza, de ilegitimidad, de degradación,
olvidándose interesadamente que las grandes civilizaciones y
culturas fueron el resultado de un largo y fecundo proceso de mestizaje.
En América se inició desde el momento en que las carabelas de Colón
arribaron a sus playas y en el estrepitoso combate de los indígenas por
aferrarse a su tierra y a sus ídolos y de los hispanos por querer imponer
su religión y sus instituciones. Colocado entre el Viejo y el Nuevo Mundo,
pero negado por uno y por otro, el mestizo emprendió entonces su dramático
derrotero en busca de su identidad y destino. Su itinerario ha sido
de avances y retrocesos. El barroco colonial y la poesía modernista del
siglo XIX figuran entre sus más altas creaciones artísticas y literarias, las
que a la vez permiten avizorar el enorme potencial de creatividad y originalidad
que puede desplegar el mestizaje americanista en los otros campos
de su vida social. Sin embargo, muchos lastres y prejuicios accidentan
su camino. Los avatares de esta historia en el Perú, específicamente en los
campos social y político, constituyen la materia de este brillante ensayo
de Zein Zorrilla, escrito con el pulso y el nervio del gran narrador que es,
pero sin menoscabo de la profundidad crítica que exige un texto de ideas.
Su tesis revigoriza la polémica que sobre el mestizaje abordaron desde antes
Vasconcelos, Haya de la Torre, Uslar Pietri y Octavio Paz. La sociedad
mestiza, considera el autor, “crece por azar, expandiéndose sin normas,
principios ni objetivos”; pero en la medida que sus actores decidan asumirse
como tales, es decir como ciudadanos andinos y universales, se les
abrirán las puertas “a responsabilidades con su sociedad y con el género
humano.” El reto está planteado.
Juan Carlos Lázaro
Huancavelica, 1951-