Cuando éramos adolescentes aprendimos que la poesía podía escribirse en verso libre o en verso clásico (con rima consonante o asonante, pareada, cerrada o redonda), que a cada texto podíamos dividirlo en estrofas (leímos entonces poemas en sus diversas formas de composición: madrigales, sonetos, sextinas, villanellas, liras), y que teníamos dos recursos infalibles para alcanzar un texto. Las licencias poéticas y las figuras literarias.