«Bondy opta siempre por un lenguaje y una estructura de relato clásicos, y por el momento no parece sentir la necesidad de ir contra la tradición de ese tipo de cuento peruano, urbano y clasemediero que tiene a Ribeyro (influencia decisiva para el libro) como su máximo representante. Ese tipo de cuento donde los protagonistas suelen ser gente común, casi siempre solitaria, a veces con pretensiones intelectuales o gustos más o menos refinados, con los bolsillos estrechos pero sin llegar a la pobreza, con una vida gris pero sin mayores tragedias que lamentar. Gente tibia, aburrida, que vive al margen de la otra vida, esa que no les ha tocado y que suponen patrimonio universal y que intuyen mucho más placentera y excitante. Sus historias, por tanto, no narran grandes aventuras ni mayores peripecias, sino que se construyen como el registro de las pequeñas batallas que libran estos seres solitarios, sus intentos (a veces absurdos) de rodear con un aura épica a las mínimas aventuras que se han inventado como buscando una tibia reivindicación a su vida insulsa» (Francisco Ángeles).