De regreso al Valle de Majes, fertilísimo y mágico valle arequipeño del sur de Perú, viajo solo en mi automóvil para visitar a unos amigos después de varios años. Ingreso por la Carretera Panamericana Sur y continúo por la bifurcación entre Camaná y Castilla, en la zona sur oeste, y voy descendiendo por la sinuosa carretera hasta cruzar el amplio puente de Punta Colorada sobre el Río Majes; luego, paso por Corire, Querullpa, La Real y Cochate en la margen derecha.
Aquí, me detengo por vez primera en medio de una pequeña meseta atravesada por un par de zanjones arcillosos que son las huellas del cauce temporal de las llocllas antiguas o ramblas, por donde bajaban las aguas y el lodo de las lluvias hacia el río. Estoy al inicio de Caspani Bajo y parece una zona ideal para descansar un poco, disfrutar el aire del valle y contemplar los campos de cultivo y las montañas coloridas que parecen teñirse de verde, azul, rojo, amarillo y blanco…
—¡Veo, luego creo! …repiten algunas voces escépticas a las cuales les daré respuestas y evidencias materiales… ¡Toco, luego creo!
—¿Quiénes eran estos egipcios que llegaron hasta Perú, Sudamérica?
—¿Cómo viajaron desde El Nilo hasta El Majes?
—¿Cuándo abandonaron Egipto y fundaron Huancarqui?
—¿Qué tiempo habitaron y por qué desaparecieron?
—¿Cuál es la herencia nilótica que nos dejaron?
—¿Dónde están ubicados estos vestigios faraónicos?
—¿Cuáles son esos vestigios egipcios y qué representan?
—¿Qué hay en esta tierra del Valle de Majes, Huancarqui, Huambo, Siwas, La Collpa, Huatiapa, El Castillo, Cosos, Bilbao, Aplao, La Real, Querullpa, Tomaca, Toro Muerto y Corire que rodea un halo egipcio?
Las respuestas se iluminan y se materializan y las pongo ante los ojos del mundo con las evidencias polvorientas que aún permanecen escondidas, ignoradas y silentes dando testimonio de la grandeza de esta magna civilización majeña.