El Covid-19 ha puesto al desnudo muchas falencias del Perú, que pudieron solaparse con los sólidos fundamentos macroeconómicos (equilibrio fiscal y elevadas reservas internacionales) exhibidos a lo largo de tres décadas y por el formidable crecimiento económico de más de 6% anual logrado entre 2002 y 2013. Entre las muchas falencias, quizás la mayor de todas -porque de ella se derivan las demás- es la inoperancia de un Estado burocrático, ineficiente y corrupto, cuya estructura ha permanecido intocable gobierno tras gobierno. A la aceleración de las curvas de contagio y de letalidad del Covid-19 le están siguiendo las curvas en aceleración del desempleo y empresas en insolvencia. Sólo queda mirar hacia el 2021 con esperanza de que la población, por fin, sepa elegir un nuevo gobierno y un nuevo congreso.