Los cuentos, en su mayoría, parecieran ser
creaciones de escritores duchos. Gozan de claridad
en la expresión. Tienen buen timbre. Se notan fluidos
y naturales. Son verosímiles. Gustan porque poseen
el encanto de haber sido bien concebidos a partir del
tono y sinceridad del sentimiento. Poseen destreza en
la trama, las contradicciones propias del conflicto,
y las ocurrencias como las que se dan en “Dos cincuenta”;
otros tienden a una extraordinaria fineza e
inteligente exquisitez, como se da en el bello relato
“Acuarelas poéticas”; luego, también atrapan la curiosidad
del lector, tienden a un final de astucia inesperada
y sorprendente, como en “El secreto del Atoj”.