A lo largo del tiempo que ha durado, y viene durando, la
emergencia sanitaria, la experiencia de confinamiento y de
aislamiento “social”, Carlos Flores, asomado a su ventana,
ha tenido una mirada sobre esta nueva realidad y ha ido a
lo profundo de su significado. Más allá de las restricciones
impuestas, infinidad de personas siguieron cumpliendo
sus tareas responsablemente: gestos cotidianos como distribuir
el pan, barrer las calles, transportar al público de un
extremo a otro de la ciudad, cuidar de las personas...
A través de los pequeños capítulos de este libro, Carlos
Flores reflexiona sobre estos actos y gestos y nos recuerda
el hondo significado evangélico que hay detrás. Comenzó a
escribirlos alrededor de 220 días de iniciada la emergencia
sanitaria en nuestro país, situación que continúa hasta el
momento en que este texto es publicado. Con emergencia
o sin ella, estos relatos nos dan la ocasión de meditar sobre
nuestra condición humana y la capacidad que tenemos de
dar cuenta de su rasgo central: la capacidad de amar.