El estudio de la toponimia en el Altiplano aún tiene un carácter incipiente, persistiendo entre académicos y no académicos la vieja práctica de la etimología popular (Cerrón-Palomino, 2008b; 2015), que sostiene un quechuismo primitivo, o en el mejor de los casos que los topónimos fueron interpuestos durante la conquista Inca. Tales anacronismos, conllevan a afirmar tácitamente, que los nombres de los distritos y provincias del norte de Puno tienen origen quechua, estas postulaciones obviamente carecen de sustento lingüístico y filológico, puesto que, este idioma incursionó tardíamente en la Región.
Para aclarar esta aseveración, se remite a las investigaciones de lingüística histórica, que demuestran que los incas propagaron el quechua ya en el siglo XV (Torero, 1987; Cerrón-Palomino, 1987; Plaza, 2009) o durante el Horizonte tardío (Cerrón-Palomino, 2010), junto a sus mitimaes, en gran parte de los ‘reinos’ o ‘señoríos’ aimara (Lumbreras, 1979; Murra, 1988), que dominaban el Altiplano, esto, después de desolar algunos pueblos rebeldes, muchos de los cuales posiblemente eran bilingües aimara-puquina o monolingües del aimara.