En Ya no llores, palomita -a través de un vigoroso castellano andino, de fuertes rasgos orales, con un registro cómico, primero, trágico, después-, el relato se ubica temporalmente a fines del siglo pasado y, espacialmente, en el pueblo de Kolkamarca (Ayacucho), gobernado por Abraham Rojas Pimentel, gamonal de horca y cuchillo, en el contexto del conflicto armado interno, que, como telón de fondo, enmarca los devenires de sus protagonistas, Clemente y Anatolia, joven pareja quechua, forasteros y huérfanos, wakchas en todo el sentido de la palabra. (En clara relación intertextual con La noche y sus aullidos, de la que resulta una precuela). Estamos ante una lograda novela en donde la fuerza de la naturaleza (la presencia del Hatun Mayu es imponente), la fertilidad de la tierra y de la humanidad, el cortejo y la rivalidad, la música, el canto, el baile, la vida, siempre la vida, habrá de enfrentarse a la tragedia de la muerte de los familiares, al desdén de los notables, al poder del gamonal y a los abusos de su hijo, en un accionar recurrente de estos agentes desestructuradores que solo saben hacer mediante la violencia material y simbólica.
Jorge Terán Morveli
Universidad Nacional Mayor de San Marcos