Afirmaba Antón Chéjov que un signo ineludible del talento es la brevedad. Ello resulta ostensiblemente cierto tras la lectura de las composiciones que integran El llamado de la sangre. Con estos relatos, Norabuena Figueroa confirma esa capacidad peculiar que tiene para configurar historias a partir de situaciones aparentemente cotidianas, familiares, obsesivas y disruptivas. Los conflictos a los que se ven acometidos los personajes de estas ficciones, evidencian la compleja angustia existencial en la que las épocas de crisis someten a los seres humanos para poner en evidencia lo mejor y peor de sí mismos. Observados desde retratos turbios, los personajes de estos textos nos son reconocibles, tan cercanamente, por obra y gracia del rito creativo del que no se puede salir ni indemne ni indiferente como lector.
Huarás, 1978-
Docente Univ.