José Puma, por cosas del destino, llega a la ciudad inca del Paititi, y es
el elegido esperado por centurias; por ello, tendrá la misión de salvar
esta mítica ciudad y a sus habitantes. En una ceremonia ancestral,
después de una ardua preparació física, mental y espiritual, le es
conferido por los amautas el gran poder, el “poder de Wiracocha”.
Cuando invoca al gran poder en los momentos difíciles en
cumplimiento de su misión, una gran luz dorada lo envuelve; su
cuerpo se hace más fuerte y más poderoso; el gran poder está en
todas sus células, destella una luz radiante y cegadora; sus ojos
quedan iluminados por la luz dorada y su cuerpo se viste de una
armadura dorada radiante. Los tres reinos que lo protegen aparecen
fugazmente: la serpiente, el puma y el cóndor. Con ese poder
destruye a enemigos mitológicos, seres y dioses malignos. Conforme
se va enfrentando a enemigos que se interponen en su camino, se da
cuenta de que no es fácil, y poco a poco va entendiendo que tiene una
gran responsabilidad, y no hay paso atrás, ya que quizás esta aventura
altruista sea una bendición. El compromiso con sus antepasados es
un compromiso con el presente y el futuro. Él no está solo, tiene a
grandes amigos que lo acompañan en esta misión.