En ¡Kutimuy, Garcilaso!, González Viaña nos invita a viajar por la compleja travesía que supuso la vida de Garcilaso de la Vega (1539-1616): hijo del capitán Garcilaso de la Vega y de la princesa Inca Chimpu Ocllo, a los 20 años de edad se trasladó desde el Cusco hasta España. Tanto en el Pacífico como en el Atlántico los barcos en que viajó estuvieron a punto de zozobrar. Además, tuvo que cruzar a pie y afrontar las terribles fiebres del istmo de Panamá.
Años después, muy cerca de su casa, en Córdoba, la Inquisición quemaba herejes y podía echar a las llamas a aquellos escritores que disintieran de la versión oficial según la cual el Imperio incaico había sido solamente una horda de salvajes e idólatras. Sin embargo, fue Garcilaso quien, a través de la publicación de sus Comentarios Reales de los Incas, describió al viejo imperio de América como lo que en realidad fue: una de las civilizaciones más portentosas del planeta.
Kutimuy significa “regresa”, en quechua. En ese sentido, tal como apunta José Antonio Mazzotti, no estamos frente a una simple novela histórica, sino ante el “renacimiento del primer escritor peruano universal en la pluma de uno de los mejores narradores de la lengua castellana”.