Este cuento constituye una maravillosa forma de acercar a los niños a la expresión de sus emociones. Cada página contiene una impresionante fotografía de los expresivos rostros de macacos japoneses, asombrosamente parecidos a los humanos. Las caras monas son tan representativas de las emociones que los niños pedirán verlas una y otra vez, y de manera espontánea comenzarán a imitarlas.