Sentado frente al caballete trato de organizar mis ideas. Quiero pintar un autoretrato futurista. Algo que me defina y a su vez simbolice
un designio de un acontecimiento que sucederá, quizá como un sueño
premonitorio, un efecto mariposa, un fenómeno inestable de dinámica
cuántica que cambie el entorno de mi rutina sin transformar el resultado final. Ese que tantas veces he deseado, en varias etapas de mi vida.
Sueño despierto que caigo al abismo, tragado por el agujero negro del
cuadro que acabo de pintar, por el que la galería de arte me ofrece miles
de dólares y me niego a vender esperando que llegue el día en que mi
presagio se cumpla.