Ella estuvo molesta por días, no hablaba y tampoco respondía los mensajes. Era obvio que no quería verme, así que no insistí. Sentía que no tenía la culpa, le había explicado cómo fueron las cosas, si ella quería entender lo haría. No era de los hombres que persiguen a las mujeres.
Pasaron dos semanas sin saber de ella, supuse que todo había terminado y a pesar de que la extrañaba no estaba dispuesto a llamarla. Luego de unos días, tenía una reunión de negocios, quedé con el gerente de una empresa para almorzar y discutir los detalles de una consultoría. Fuimos a un conocido local en la Costa verde. Al llegar, pedimos unos tragos y piqueos. Cuando estábamos brindando, alguien me tocó el hombro.