Fue culpa del verano. La ciudad estaba resplandeciente y apacible. Saliendo de los patios de la Universidad de San Marcos, sumergido en la luz dorada de la tarde, un día Ricardo caminó, como siempre, hacia Washington, con la mochila en la espalda y un libro bajo el brazo. Ese recorrido lo uniría con su destino: una hermosa muchacha de tez pálida, ojos negros y mirada abrumadora. Sin embargo, esta no es una historia de amor, sino una de locura y muerte, porque no podía ser de otra manera si ocurre en la casa Matusita, aquella icónica y terrorífica vivienda limeña que es famosa por la actividad paranormal que se reporta en ella.
Italia, 1953-