De manera histórica, el nexo entre el crecimiento económico y el medioambiente ha derivado en una relación antagónica. Innumerables y serios problemas ecológicos, tanto globales como locales, han dado testimonio de este conflicto aparentemente irresoluble. Al inicio, el acabamiento de los recursos naturales y la contaminación ambiental sucedieron de manera desapercibida; pero más adelante este impacto se desarrolló de manera desregulada, pese a que después la degradación ecológica fue no solamente pasada por alto, sino intensificada. A día de hoy, la constante destrucción del medioambiente en innumerables zonas es una realidad fatal inocultable y complicado de revertir, no tanto por razones tecnológicas, sino por cuestiones políticas y económicas.
En ese sentido, la gestión del territorio y la gestión del riesgo de desastres representan dos mecanismos concretos de cambio que pueden realizarse como parte de un esfuerzo político. Si bien en las siguientes líneas los dos temas medulares son la gestión territorial y la del riesgo de desastres, las políticas del ambiente funcionarán como un eje transversal. El análisis de ambos tipos de gestión resultaría insuficiente, si no se tiene en cuenta la relevancia de la toma de decisiones por parte del Estado. Las políticas ambientales delimitan y direccional las prácticas de los entes del gobierno nacional, regional-provincial y local, del sector privado y, desde luego, de la sociedad civil. La gestión territorial y la gestión del riesgo de desastres se conciben dentro del marco donde convergen las determinaciones del Estado, los intereses de los sectores privados y las urgencias de la ciudadanía, absolutamente todo con un enfoque provechoso para la protección de la naturaleza.