Escribí este cuento hace más de cuarenta años, después de relatárselo a mi hija Daniella.
Un mediodía, en que yo trataba de que terminara el almuerzo siguiéndola con la cuchara en la mano (ella subía y bajaba de la silla o se metía debajo de la mesa), empecé a relatarle este cuento sin imaginar lo mucho que le llamaría la atención.
Lo divertido fue que mis padres también se involucraron en cada cambio que tenía La cucharita Marthita, por eso, mi padre me sugirió escribirlo. Así lo hice y lo metí en un cajón... ¡por tantos años!
Finalmente, aquí está, a estas alturas de mi vida, listo y publicado, deseando que le guste mucho a mis “enanitos” lectores y a los grandes también. Los invito a convertir a La cucharita Marthita en el objeto que deseen y a continuar con este cuento...