Para la Constitución, no hay Estado democrático sin derecho de sufragio y sin elecciones, y sin Estado democrático no hay Constitución. En la historia política ocurrida en los siglos pasados, durante los regímenes antidemocráticos, las dictaduras militares y civiles interrumpieron la vigencia de la Constitución, además de violar los derechos y libertades fundamentales de todos los ciudadanos, al excluir del ejercicio legítimo del poder a los gobernantes y representantes elegidos por el pueblo y privar de cualquier valor a la voluntad popular expresada en las elecciones.
Así, el Estado democrático, las elecciones y el sufragio se convierten en patrimonio mundial indispensable, del que son titulares los ciudadanos y pueblos. Frente a las infracciones cometidas por los poderes públicos y los órganos electorales, las decisiones de las altas cortes (tribunales y cortes internacionales) formaron una jurisprudencia común en red constitucional para la tutela del sufragio y de otros derechos y libertades fundamentales, en comunicación y diálogo multinivel, constante entre sí y con alcance global o universal.