El enigma de la resurrección oriunda abre el libro El país de los errantes. El personaje histórico, chaman Viarizú, abandona por designio de los dioses nativos las praderas de la muerte con una ilusión precisa: fundar el ámbito de la Tierra sin Mal, el paraíso inventado por el imaginario cocama. En la novela entonces hay un recorrido por los suburbios del sepulcro hasta alcanzar la dimensión de la vida, y el predestinado recorre algo del territorio amazónico en compañía de otros resurrectos en búsqueda del lugar designado desde el cielo nativo. De esa manera, aparece por primera vez en la literatura amazónica una de las creaciones más fecundas de la cultura indígena. Pero esa fundación, pronto, se inserta en el rubro de la violencia reiterada.