En el amplio conjunto de los estudios andinos, donde abunda la investigación histórica, antropológica y sociológica, las encuestas propiamente etnográficas realizadas en trabajos de campo no son tan numerosas. Por ello la obra de Antoinette Molinié se destaca, en primer lugar, por la excepcional riqueza del material etnográfico que ha reunido a lo largo de su experiencia directa con las poblaciones indígenas de Perú (particularmente en la región de Cuzco), pero también en Bolivia (en la región norte del Potosí). Ahora bien, Molinié tiene el privilegio de dirigir sobre esas sociedades una mirada doblemente distante debida a una experiencia adicional, la de sus demás trabajos de campo, muy diferentes y sin embargo complementarios, en España (en Andalucía y en La Mancha). Ha seguido así el ejemplo de escasos predecesores, como José María Arguedas o Julian Pitt-Rivers, realizando así en ambos ámbitos, tanto andino como mediterráneo, trabajos de campo de largo plazo, densos y sistemáticos, lo que le permite establecer comparaciones transatlánticas perfectamente relevantes. Además, a estos variados campos de estudio y a sus cualidades personales de empatía, Antoinette Molinié añade su virtuosismo en el uso del análisis estructural, cuya fecundidad constante se confirma a través de su estudio.