Iluikak es una palabra y un sonido seco. Los sonidos son también los territorios al caminar, el jadeo al ascender una montaña, el galope al bajarla, una ladera que se desgaja, el sigiloso descenso de la niebla, el solitario sonido de los animales. Mara Sánchez-Renero, invierte la relación entre visibilidad, imagen y territorio a través de esta serie fotográfica. En estas imágenes se despliegan destellos y fragmentos de aquello que habita una montaña, no podemos verlo a golpe de vista, sino que requiere ser abierto. El paisaje no es el medio para conocer un territorio sino el fragmento. Abrir una montaña implica entrar en sus múltiples dimensiones: la montaña como forma de vida, la montaña como magia, la montaña como secreto, la montaña como vislumbre, la montaña como fantasía, la montaña como historia, la montaña como naturaleza, la montaña como tiempo.
La sierra de Zongolica en el estado de Veracruz, es rastreada por medio de la construcción lenta de estas fotografías. Conformada por tierras altas, tierras medias y bajas, una transición constante de alturas y humedades. Sus habitantes son comunidades nahuas dedicadas desde tiempo inmemoriales al campo y la ganadería, y cada vez más son también comunidades migrantes. Iluikak significa “cerca del cielo”, este nombre es una descripción y una metáfora que engloba la vida de la gente de la montaña. Sánchez-Renero propone acercarse a este territorio a partir de la pregunta: ¿cómo se puede documentar un imaginario, cómo se puede hablar de un lugar sin partir de la relación entre fotografía y documento?
Las respuestas a estas preguntas se encuentran en la cualidad estética de las fotografías: su construcción lenta. Se trata de dos temporalidades desdobladas. Por un lado, el tiempo de la imagen que vemos, siempre en relación al presente; la luz, el estallido lumínico es siempre el ahora, después el incendio, el fuego o la obscuridad. El otro tiempo es el momento previo, aquel que no observamos: viajar, subir la montaña, hablar, componer, construir, retrabajar la imagen en sito, crear el espacio para que suceda, experimentar con diferentes fuentes de luz. El artificio lumínico y técnico permite contradictoriamente hablar desde la obscuridad.
Las imágenes están atadas en sus temporalidades a partir de la idea de acto. La fotógrafa oculta el entorno que rodea a la imagen, solo nos ofrece un resquicio. Un fragmento para el ojo es simultáneamente lo que revela el imaginario inscrito en las cosas de la montaña. La imagen evoca y presenta, lo que vemos es solo lo que ahí vemos. Al mismo tiempo que alegoriza aquello que no podemos ver y que por lo tanto no se puede nombrar ni representar.
Iluikak asume enteramente la relación tirante entre lo que una imagen fotográfica crea y lo real de donde parte. Se conduce a través del surco entre lo documental y la ficción. ¿Cómo producir imágenes que abran la montaña, que hablen de ella como objeto y sujeto, como naturaleza? Al reducir el espectro de lo que podemos ver sobre un lugar, Sánchez-Renero gestiona un espacio no solamente para que las visiones y los símbolos de la montaña surjan, sino para crear un imaginario al mismo tiempo abstracto y concreto a partir de la relación pendular entre lo visible y lo invisible.