Una voz nostálgica, un alegato simbólico y un deseo oculto afloran las páginas de Jardín de enfermos, podría decirse que todo el libro supone la pretensión no deleznable de la libertad y la vida misma del sujeto actante. Hay un narrador/personaje que va hilvanando aquella calamidad de la reclusión desde distintos planos (argumentales, semánticos, como simple referencia) de la arquitectura narrativa, se trata, sin duda, de una estrategia enunciativa que colinda con la autoficción biográfica que Vidal Rodríguez propone en este libro. La brevedad textual de estos relatos colinda con el microrrelato, sin embargo, el autor prefiere la simpleza límpida para llegar al lector, apoyado en mecanismos de simbolización de la palabra con el fin de producir verbalizaciones que atenúen el impacto de un destino cumplido y una deuda saldada.