Hacer poesía en plena Revolución Digital resulta un tanto complicado y hasta desfasado, porque las prioridades de la sociedad actual son muy distintas. Se ha perdido la capacidad de percibir y apreciar las cosas bellas y gratas de este mundo. Hemos perdido la sensibilidad o propensión natural de emocionarnos ante los valores morales y estéticos como el amor, la pasión, la compasión, la ternura, la lealtad, la libertad, la justicia, la bondad, la virtud, la solidaridad, el optimismo, etc. Hemos dado cabida a los vicios más ingratos que han corrompido en extremo nuestras ávidas almas e inocentes corazones. La conducción de nuestras vidas las entregamos al antojo de nuestras bajas pasiones que han terminado denigrándonos como persona y sociedad.
Pero todavía hemos los que intentamos hacer filosofía y poesía que tratan de escuchar a la razón y al alma para levantar la voz de protesta contra la maldad y la injusticia, para conllevar los conflictos internos, la falta de actitud y resolución ante la adversidad, la solidaridad con el prójimo y la posibilidad de forjar un mundo cada día mejor.
Es esta el producto de momentos arrebatados de inspiración auténtica que no he dejado que se pierda en la indiferencia, el tiempo y el espacio, o simplemente que el viento lo esparza en la ingratitud y el olvido. Son retratos y, a veces, esforzados intentos de construir la frase correcta, el pensamiento mejor labrado y el verso exacto que cale en lo más profundo del alma.
Soy consciente que por momentos he tratado con mi verso elogiar las plumas más egregias de las diferentes escuelas literarias; pero estas me han conllevado a forjar un estilo propio que espero se distinga y logre la intención de llevar a la gente la voz inquietante y arriscada de este entusiasta y apasionado trovador ayacuchano.
Siempre he sido partidario de la promoción del razonamiento, la creatividad y el pensamiento crítico y práctico; pero estas no son nada sin la facultad de percibir sensaciones a través de los sentidos, de auscultarse a uno mismo y la capacidad de vivir en paz y en armonía con la sociedad y la naturaleza.
Mis pretensiones van más allá de la necesidad natural de trascender; es la de coadyubar en la superación moral y espiritual de la sociedad; y en mejorar las prácticas pedagógicas tradicionales de la seudo educación impuestas por quienes quieren perpetuar su dominio sobre los que tienen pocas oportunidades de acceder a una verdadera educación. Consciente también de mis aciertos y limitaciones literarias, que son condiciones sui géneris del ser humano, espero que este innovador trabajo cumpla con este noble y atrevido propósito.