Esteban Couto, un nombre que ya es una metáfora de su autor real, se busca a sí mismo en estos poemas descreyendo a priori de ninguna esperanza. La muerte es más fuerte que el amor, el cual, como un insecto forzándose a desgarrar su larva, lo busca para enrostrarle su falsedad. Si seguimos a Schopenhauer el mundo es representación, es la manera como uno mira la realidad, pero entre uno y esa realidad hay pantanos, fosos, fuegos, que el poeta trata de cruzar aferrándose a las palabras, para salir de la miasma del ser. Justa poesía en un mundo bipolar, entre la decadencia y el acelerado desarrollo que no sabemos a dónde nos va a llevar. A través de su tono maldito y la rabia que recuerdan a Baudelaire y el Conde de Lautreamont, apenas suavizado por la lejana y vaporosa canción del antiguo hogar, el autor real mira el sacrificio y la lucha de su pseudónimo, a quién él lo ha lanzado a que se queme en el infierno y le informe cómo está todo por ahí. Una poesía inquietante.
Dante Lecca