ISBN 978-612-48708-3-5

Reseña

Huamanga fue una necesidad de la guerra, no de la paz. Su historia está teñida de sangre. Al nacer como ciudad española, fue el escenario fronterizo de dos ejércitos el andino y el hispano. Con el tiempo, estuvo comprometida con algunos levantamientos contra la corona (Pumacahua), al mismo tiempo que, paradójicamente, era su baluarte social. Fue en la pequeña planicie de Ayacucho, Quinua, donde se definió la independencia del Perú y de América del sur. Fue uno de los focos principales de la campaña de la Breña, con el Taita a la cabeza. Fueron sus ciudades de Ayacucho y Huanta donde el pueblo se inmoló en defensa de la gratuidad de la enseñanza. Fue el desdichado foco central de la guerra interna
Huamanga debe haber sido el nombre del lugar o de algún pueblo cercano que los españoles tomaron para fundar la nueva ciudad española de San Juan de la Frontera de Huamanga y, más tarde, San Juan de la Victoria de Huamanga. Los mismos nombres podrían ser tomados como un símbolo de la resistencia andina que, habiendo iniciado su ocaso, en vez de desaparecer empezó a formar parte de una nueva realidad. Ni andina, ni española, sino un nuevo escenario con sus antiguas y nuevas contradicciones. Era el triunfo de lo nuevo sobre lo viejo.
La batalla de Ayacucho, casi tres siglos después de la fundación de Huamanga, significo el hundimiento del mundo de su época para ver el surgimiento de otro que debió ser nuevo. Sin embargo, los aristócratas, criollos y mestizos aplastados en la batalla de Ayacucho, pervivieron en lo social, al amparo de la Capitulación y de los gobiernos peruanos hasta 1969.
La historia impuso a Huamanga, 162 años después de la batalla de Ayacucho, vivir la experiencia desgarradora de la guerra interna. Esta vez como escenario de un conflicto que no era suyo, pero cuya consecuencia fue el surgimiento de una Huamanga absolutamente nueva respecto a la anterior.