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ISBN 978-612-49052-8-5

Educación e Interculturalidad desde el Sur


Autor:Lázaro Guillermo, Juan Carlos
Ttito Quispe, Jesús
Angulo Romero, Adolfo
Novoa Pallares, Oscar
Choquetico Apaza, Harold Abraham
Barreda Fachin, Milton Juan Carlos
Editorial:Mar Caribe de Josefrank Pernalete Lugo
Materia:Investigación
Clasificación:Estrategias y políticas educativas: inclusión
Público objetivo:Profesional / académico
Publicado:2022-12-01
Número de edición:1
Número de páginas:0
Tamaño:5Mb
Precio:S/50
Soporte:Digital
Formato:Pdf (.pdf)
Idioma:Español

Reseña

La educación, entendida como una herramienta emancipadora para la transformación y el cambio social, apoya la construcción de un estado multiétnico e intercultural para el buen vivir. Concebida de esta manera, presenta desafíos en muchas áreas, desde desmantelar las estructuras mentales que son el resultado de la educación occidental, que favoreció una educación disciplinada y fragmentada, hasta diseñar instituciones que integren sistemas de información acordes con la complejidad de la realidad.
En este contexto, la educación intercultural ofrece la oportunidad de cambiar el sistema educativo asumiendo una postura crítica frente a las lógicas hegemónicas, los prejuicios y la discriminación hacia la multiculturalidad. El eje de reflexión de este libro es el proceso de diálogo intercultural, que fortalece la identidad, promueve la recuperación de la memoria histórica y la desjerarquización en el nuevo entorno de aprendizaje.
Los desafíos en la formación docente se centran en temas de construcción de nación intercultural, especialmente en el sector educativo. Para ello, se analiza cómo se entiende la interculturalidad en las instituciones del sector educativo y cómo estos conceptos se traducen en políticas nacionales. Están muy involucrados en los procesos de formación docente, porque los docentes son responsables todos los días de reproducir los esfuerzos de cambio social y hacer prácticas transculturales, una matriz de visión monocultural y universal que impidió el entendimiento entre muchos:
“Perú y Chile... que no son aptos para países culturales... una cultura que se hundió tan pronto como el espíritu se acercó a él. Estados Unidos siempre se ha mostrado y sigue mostrándose débil física y mentalmente. Desde la llegada de los europeos, los nativos han muerto bajo el soplo del activismo europeo”
En los propios animales se observa la misma inferioridad que en los humanos (Hegel, citado en Viaña 2010, 21). Posteriormente, Taylor (1871), basándose en la misma tradición filosófica, construye una de las definiciones más comunes: "Cultura o civilización en su amplio sentido etnográfico es un conjunto de conocimientos, creencias, artes, usos, leyes, costumbres y otros habilidades y hábitos"(Taylor, citado Viaña 2010, 26). Las ideas raciales prevalecían en Europa y Estados Unidos. En el contexto de estos entendimientos, la antropología mostró una completa autonomía entre lo físico y lo cultural.
Ninguna cuestión genética puede explicar los diferentes cosmos, mitos, celebraciones, ideologías y rituales de la humanidad. Esta heterogeneidad es cultural y la cultura no corre en la sangre, se aprende en la vida social. Según Viaña, la idea de cultura como algo que no es naturaleza llevó a entender la cultura como una estructura social estable y ordenada, lo que impediría comprender otras lógicas de construcción social. En este sentido, menciona que Malinowski, armonizando la definición de Taylor con la misión social de Durkheim, desarrolló una visión prescriptiva y normativa que apuntaba a conocer cómo funcionan las culturas para mantener el orden social, en lugar de comprender los procesos de cambio (Viaña 2010). A partir de definiciones simbólicas, la corriente estructuralista de Lévi-Strauss ayuda a entender la cultura como un sistema de signos producido por la actividad simbólica de la mente humana. Así, la cultura es un mensaje que se puede descifrar tanto por su contenido como por sus reglas (Lévi-Strauss 1).
Diferentemente el contemporáneo estructuralista Clifford Geertz (2001) señala que la cultura es un sistema de símbolos que no se pueden conocer: “La cultura establece a las personas en redes de significado, por lo que su análisis no es posible buscando leyes, sino creando interpretaciones." para encontrar su significado”. El responsable de abordar la cultura desde una perspectiva relativista fue Franz Boas (1964), quien introdujo la idea de pluralismo cultural, según la cual no sólo la cultura es singular, sino también el estudio de ciertas culturas que sólo eran comprensibles desde su historia. El relativismo boaziano y diferentes criterios culturales construidos en otros contextos históricos y poderosos se hacen necesarios para discutir en el contexto latinoamericano Según Viaña (2010), la cultura se construye asumiendo los postulados de una cultura universal y del evolucionismo social, que se formaron por “la simple absorción de la cultura dominante de otras formas civilizatorias del país” (Viaña 2010, 21).
Cultura latinoamericana son los aportes de Moya y Moya (2004), entre otros, quienes mencionan que: La cultura es la forma en que las personas viven y piensan a partir de sus experiencias particulares de relación con la naturaleza y personas. Incluye todas las expresiones tangibles e intangibles. (...). La cultura significa una forma de vida, tipos de relaciones, una forma de percibir el espacio y el tiempo, una forma de interpretar el mundo, etc. (...). Además, la cultura es un sistema de símbolos que expresa la racionalidad colectiva (Moya y Moya 2004).
La cultura, por tanto, no es algo estático, sino que se caracteriza por la generación de las personas a partir de sus experiencias internas y especialmente de sus experiencias externas. En otras palabras, las relaciones son esenciales en estas perspectivas. Testimonio de una maestra kichwa muestra la dinámica de la cultura en la vida cotidiana: Cambios culturales, por ejemplo, en kichwa una mujer caminaba ashanga atrás, niño adelante, uno en mano, marido solo con su escopeta bien cargada y sin ayudar a su mujer, vemos que ya cambió, antes caminabas en la selva porque había tigres, entonces te tenías que preparar, pero los tigres se fueron, ahora están las calles, luego cambió, vienen a ayudar a llevar (...). Ahora el esposo lleva una canasta de yuca.
Entonces es obvio cómo la cultura se adapta para responder a la nueva realidad y relación con el entorno. Por otra parte, se destaca que no se ahoga en el folclore, la cultura no es sólo danza, música y vestimenta, cultura es el todo detrás del lenguaje y del pensamiento. El enfoque del discurso cultural enfatizó la superación de ese concepto como estático y contrario a la naturaleza al referirse a su relativización y contextualización. De la misma manera, se enfatizó la característica relacional, que permite comprender la importancia de la conexión transcultural. Sin embargo, hay preocupación sobre la dinámica de las relaciones, ¿cómo entra una cultura en el juego de las relaciones culturales y no pierde frente a otra? Buscando una respuesta a esta inquietud, se propuso considerar la identidad como otro concepto necesario en esta discusión teórica. Según Grimson (2011), para entender cultura e identidad es necesario explicar dos creencias.
El primero se refiere a la asociación de la identidad con la raza y la región, “es necesario desvirtuar la noción de que es color de piel u origen común, siempre hay una cultura e identidad común”. Otra creencia es tratar identidad como sinónimo de cultura: cultura se refiere principalmente a costumbres, creencias y rutinas y significados profundamente arraigados, mientras que identidad se refiere a sentimientos de pertenencia a un grupo y agrupaciones basadas en ella. Intereses mutuos. El problema teórico surge del hecho empíricamente verificable de que las fronteras culturales no siempre coinciden con las fronteras de identidad (Grimson 2011, 138).

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