La dirección óptima de las entidades educativas es una exigencia propia de las aspiraciones sociales, puesto que los colectivos esperan generaciones debidamente formadas para que transformen las realidades que hoy nos presionan y avasallan, en un mundo que acepta lo existente, que se acostumbra a mucho de lo socialmente lesivo y participa de modo activo, como víctima o con el silencio, de la crisis moral reinante; precisamente, es la educación el hecho social que en el mediano y largo plazos contribuye con la progresiva solución de la situación problemática descrita.