Sentimos a nuestro Tío Lino más granjero que agricultor. Por tanto el buey que para el agricultor es un aliado en la creación de riqueza, constituye para el Tío Lino una amenaza permanente. En tres cuentos (El toro bravo y el río Manchay, El toro y la escopeta y El poncho de los siete colores) un toro amenaza su vida. ¿Cómo logra salvarse? Con ingenio y gracias a la naturaleza cuyos elementos toman en préstamo los atributos de otros elementos para permitirle la salvación. La cascada del río Manchay toma los atributos de la soga para que el tío pueda huir, pero a la vez permite ser cortada de un tajo para evitar que el toro haga uso del mismo medio. En el segundo cuento, la escopeta toma los atributos de una gruta, donde el Tío logra escabullirse. Y en el tercero, un arbusto de mostaza lo acoge y catapulta hacia un arcoíris.
Manojo de cuentos pulidos seguramente en miles de bocas y oídos, en lluviosas jornadas de arrieraje, narrados y vueltos a narrar a la lumbre de los leños, trayéndonos —curiosamente— unas tramas de estructura perfectamente aristotélicas encarnadas en un lenguaje rural que florece en el lindero de las normas, a nosotros ciudadanos de las urbes gracias a la paciencia y el arte de don Andrés Zevallos, pintor por excelencia. Gracias a ello cada cuento viene acompañado de un dibujo que grafica el momento cumbre de las acciones, o su desenlace, de modo enriquecedor y memorable.
Zein Zorrilla