En un pequeño pueblo llamado Occoro, situado en los Andes peruanos, vivió a inicios del siglo XX Odón Gamboa, un adolescente que gozó de gran fama durante su corta vida. No por algún talento cultivado, sino por la belleza que había heredado de Dios sabe quién o qué. Aquella hermosura, a la par que su gloria, fue su condena.