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ISBN 978-612-49271-2-6

La política institucional de educación superior inclusiva en la Universidad Latinoamericana


Autor:López y Rojas, Ana Elvira
Espinoza Flores, Braulio Pedro
Ruiz Salazar, Jenny Maria
Ferrer Mejía, Mercedes Lulilea
Isla Alcoser, Sandy Dorian
Ferrer Peñaranda, Lucio Arnulfo
Editorial:Mar Caribe de Josefrank Pernalete Lugo
Materia:Educación superior
Público objetivo:Profesional / académico
Publicado:2023-04-12
Número de edición:1
Tamaño:5Mb
Precio:S/50
Soporte:Digital
Formato:Pdf (.pdf)
Idioma:Español

Reseña

Debido a la disrupción provocada por la pandemia, los desafíos de la revolución 4.0, el ingreso de nuevos actores a la educación superior global y los desafíos específicos de nuestra región, la necesidad de reflexión es mayor que nunca para hacer propuestas de soluciones a problemas comunes. Es necesario atender algunos puntos muy relevantes y críticos. Como plantearse ¿si sabemos cómo superar las asimetrías educativas en los países en América Latina y el Caribe y el resto del mundo, ¿por qué no se implementa la política de manera consistente? En una sociedad necesaria y ordenada.

Existen cuatro impedimentos que están generando caos e inestabilidad en los sistemas educativos que impiden que la educación superior se convierta en una verdadera política nacional. En primer lugar, los intereses de las élites malvadas, la concentración de privilegios a su favor, para que intenten impedir cambios en la educación, la ciencia y la tecnología en la sociedad, lo que explica los constantes ataques a las universidades públicas y la prometida privatización. El segundo factor es la corrupción, que drena los recursos y crea una crisis ética y moral permanente. El tercero es el corporativismo en el ámbito institucional, que tiene dimensiones de legitimidad, pero que no siempre habla de los cambios necesarios, ni siquiera en términos de gobernanza institucional, donde la educación superior adquiere un nuevo significado en la sociedad.

Finalmente, la discontinuidad de las políticas públicas en educación, tecnología e innovación impide que cada poder ejecutivo garantice un marco legal y recursos estables. Otro aspecto relacionado que la pandemia puede reducir es el desconocimiento de la sociedad sobre la educación superior y el rol estratégico de la ciencia, la tecnología y la innovación. La mayoría de los empresarios de la región prefieren implementar tecnología en lugar de adaptar nuestras instituciones de producción de conocimiento para promover la I+D. Muchos gobiernos de la región se adhieren a la visión de educación del Banco Mundial: los países desarrollados juegan el papel de adquirir y exportar educación superior, mientras que los países en desarrollo juegan el papel de consumidores y deben enfocarse en financiar la educación.

| Sin negar la importancia de la evaluación de la educación básica, este no es el único aspecto que preocupa, ya que nuestra soberanía en las sociedades del conocimiento se verá amenazada y la dependencia aumentará, como muestra la pandemia. Si bien se cuenta con un grupo de científicos e intelectuales dedicados y de alta calidad, los parques industriales son inestables y atrasados, la relación entre Universidad y empresas no se fortalece, los recursos son insuficientes e inestables, y la formación de talentos carece de apoyo y no funciona. La implementación en los sistemas productivos todos ello dificulta la transferencia de conocimiento para impulsar la innovación y conduce a la fuga de cerebros. Irónicamente, ALC es una región desconectada. Pero los países y como institución de educación superior, está fragmentada siendo incapaces de mostrarle al resto de la región que es un grupo que defiende intereses comunes. ¡Incluso durante la pandemia de COVID-19, no se sabía cómo enfrentar juntos una enfermedad que no conoce fronteras! Por supuesto, hay iniciativas específicas, pero se necesita implementar la regionalización y la solidaridad internacional para optimizar los recursos se necesita acciones de manera integrada y estratégica.

En este sentido, es necesario mencionar los desafíos que se enfrentan en la educación superior en la región, los cuales deben replantear estrategias de acción futura expresada para incidir y transformar la sociedad a través de la educación. Sobre todo, desde el principio. El primer desafío está relacionado, con la mayor presión sobre la educación superior de ALC. Se reconoce que el cambio tecnológico más impactante y disruptivo de la historia de la humanidad: la Revolución 4.0, que combina robótica, big data, biotecnología y nuevos materiales, entre otros avances.

Todo esto afecta la educación superior y requiere una nueva comprensión de las habilidades necesarias en el siglo XXI, lo que requiere nuevos enfoques de la educación que funcionen fuera de nuestras zonas de confort. Dada la brecha digital que debe cerrarse lo antes posible, se necesitan nuevos roles tanto para docentes como para estudiantes. Se debe alentar a estos últimos a asumir la responsabilidad de su propio proceso de aprendizaje y destino para desarrollar la creatividad, el pensamiento crítico, el liderazgo, el espíritu empresarial y las habilidades para resolver problemas e incertidumbres. En otras palabras, su autonomía es el objetivo principal de la educación, que es posible cuando una persona aprende a aprender, en lugar de aprender a aprender a lo largo de la vida.

En este proceso, el docente es un mentor para guiar a los alumnos, una hoja de ruta y una brújula para ayudar a los alumnos. No se puede dejar de lado centrarnos el desarrollo de las llamadas habilidades blandas, es necesario conocer su impacto en los planes de estudio y los modelos de evaluación. Es necesario enfatizar otro nivel: ¿Cómo hacer de este complejo un área que no tenga una base sólida, donde no se superen los desafíos estructurales de analfabetismo, cobertura, persistencia, deserción, calidad e inclusión? La educación superior, es la responsables de erradicar el analfabetismo general y funcional, incluido el analfabetismo promovido por nuestra red, donde el 80% de los estudiantes dominan la lectura, la escritura o las matemáticas después de tres años de estudios universitarios.

Es cierto, que la pandemia ha agudizado la crisis por la imposibilidad de operaciones remotas, como lo demostró un estudio reciente del IESALC. Se habla de equidad e inclusión, pero estamos lejos de lograrlas. Por supuesto, se necesita desarrollar habilidades blandas, pero ninguna de ellas puede ser ignorada. El mayor desafío es lograrlo superando brechas estructurales en la educación, tomando en cuenta la formación intercultural y el diálogo intelectual. Claramente, los colegios y universidades no tienen derecho a formular políticas nacionales. Pero se debe tratar de influir en ellos. Si no abordamos esto como países y regiones, la brecha entre nosotros y el mundo desarrollado se ampliará, como ya sucedió durante la pandemia. La educación de calidad es cada vez menos inclusiva y por lo tanto deja de ser de calidad, bien social y derecho universal. ¡No se puede hablar de calidad si no hay para todos los gustos! Sin inclusión, se está hablando de privilegio, no de calidad. En otras palabras, la educación superior en América Latina y el Caribe debe tener dos extremos. ¡Necesita cambiar las ruedas del avión y acelerar!

Otro tema de gran importancia estratégica para la región es el concepto de expansión, que suele significar la prestación de actividades o servicios que tienen un significado social o cultural. El escalamiento debe incluir una dimensión de transferencia de conocimientos que fomente la innovación. Esto requiere tres pilares: instituciones que crean y transfieren conocimiento, gobiernos que actúan o deberían actuar como facilitadores y sistemas productivos que crean innovación. Es importante recalcar que la innovación no solo se da en las empresas, sino también en el sector público (ej. procesos de gestión) y la sociedad en su conjunto, ya que incluye la educación y las tecnologías sociales.
La innovación es un motor de desarrollo y siempre debe tener en cuenta los beneficios sociales y los impactos ambientales. Las universidades de ALC deben cambiar las estructuras institucionales, las normas y la cultura para fomentar la innovación sin comprometer la identidad de la universidad y sus otras misiones, a saber, la educación, las áreas de investigación y el impacto social y cultural en todos los campos del conocimiento. Esta es una extensión de la misión, no un cambio. Así como la universidad no es una fábrica de maestros, tampoco puede reducirse a un proveedor de servicios orientado al mercado. La misión de la educación superior tiene objetivos a largo plazo, como responder preguntas no formuladas a través de la investigación. Su misión es también formar ciudadanos maduros con valores basados en el humanismo universal y el respeto a la diversidad, la empatía y la solidaridad.

Recientemente, varios autores manifiestan que las universidades tradicionales están condenadas. Han surgido nuevos actores, como los gigantes tecnológicos, y se está expandiendo el aprendizaje virtual y a distancia. Luego propusieron cambiar la universidad para que se autodestruya. Esta es una visión, un tanto apocalíptica y posiblemente oportunista. La universidad presencial es un lugar donde la convivencia física y espacial no dejará de existir por las necesidades del desarrollo social y humano. Es un lugar de escucha y aprendizaje, de diálogo, de tolerancia y de los valores básicos de la existencia humana. Pero sí, necesita dar un nuevo significado a su misión y hacerla completamente relevante y orientada al futuro, como lo ha sido durante casi un milenio, de una institución educativa dedicada a una que abarca investigación, conciencia, mayor expansión e innovación. Ahora el progreso y la innovación continua son la garantía de su eterna prosperidad. Siempre hay progreso, y eso es parte de la universidad, incluso si a veces el cambio sucede más lentamente de lo que se necesita. A lo largo de su historia, la Universidad ha sostenido que la búsqueda del conocimiento y el libre ejercicio de la razón son los mejores cimientos sobre los que edificar la sociedad humana. Por ello, las universidades se esfuerzan por preservar el conocimiento acumulado de la humanidad, las convicciones que sustentan su compromiso con el presente y la aceptación de los problemas del futuro. Si estamos se busca la historia de la universidad y la búsqueda histórica de más conocimiento, la posición del centro se transfiere a otras instituciones, creencias religiosas, partidos políticos, negocios nacionales o multinacionales, y nuestros cursos civilizados serán diferentes.

La igualdad universitaria no es solo publicidad. Esto es lo que lo distingue de otros actores de alto perfil que han subido al escenario. Un universitario debe ser siempre un ciudadano pleno con perspectiva global y compromiso local. Es una forma de reconocer la oscuridad, no la tolerancia y la violencia. La universidad es una fuerza civilizadora sustentada en la legitimación de la creencia de que los hombres y las mujeres podemos esforzarnos de manera independiente para dar forma a nuestros destinos como individuos y comunidades. Acogemos y desarrollamos en la universidad un cuerpo diverso y fructífero de saberes, nutrimos el talento, fortalecemos valores y creamos conocimiento, proceso humanizador fundamental e imprescindible para la lucha siempre renovada contra los males económicos y culturales.

Por eso, no se puede augurar el fin de la universidad, sino su renacimiento para enfrentar su mayor desafío: brindar una educación competente, pertinente, inclusiva y socialmente orientada para todos. Aquí se toman las palabras de Agustín para expresar la profunda creencia de que la universidad es nuestro pasaporte hacia el futuro. Dijo que el tiempo es único, no hay pasado, presente y futuro. El único tiempo es ahora: pasado presente, y futuro presente. Tal vez podamos hablar sobre la universidad a través de St. Agustín. Llamando al pasado de la memoria al presente, este será el papel de las universidades en la preservación de todo el conocimiento creado por la humanidad. El presente es ahora una fachada, una visión que será una constante intervención en la construcción y expansión de la universidad. Agustín concluyó que el futuro presente es esperanza. Fomentar la esperanza es la misión más importante de una universidad que mira al futuro a través de la investigación y siempre quiere encontrar respuestas a las preguntas que aún no sabemos. Es la utopía de la razón y la libertad, el fin más importante y fundamental de la universidad.

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