El interés de Mora por la ética se alimenta, además, del propósito declarado de despertar consciencias y emancipar voluntades para eludir los mecanismos de control de un mundo que tiende a someter todo a la lógica del rendimiento económico sin sentido de trascendencia, donde el valor cede lugar al precio. Frente a ello, reivindica el espíritu crítico que disiente de la inercia anónima; reivindica la lectura y la escritura como acto de insumisión, como fuente de creatividad.