Chimoc se sentía muy aburrido porque Amita no podía jugar con él todo el tiempo por sus ocupaciones diarias dentro la casa, y además, por su trabajo como cocinera de sus deliciosos tamales. Así que Chimoc pensó que la solución contra su aburrimiento sería… ¡tener una mascota!
¿Qué mascota será la ideal? ¿Un pez?, ¿un gato?, ¿una tortuga? Mientras Chimoc lo comentaba con Amita, ella le iba explicando los cuidados que cada mascota necesita para vivir sana y feliz.
Las mascotas necesitan estar limpias, tener un lugar cómodo dónde habitar, comida equilibrada, asistir al veterinario y recibir mucho cuidado y cariño. De pronto Chimoc se da cuenta de que Amita hace todo eso por él.
-Amita, me acabo de dar cuenta de que yo soy tu mascota.
Dice con alegría. Y Amita le dice que no es sólo su mascota, sino su familia.
Chimoc recuerda cómo Amita lo adoptó para quererlo como una mamá y se pregunta cómo puede devolver tanto amor.
Cuando Chimoc decide dar amor a Amita, descubre que ya no hay lugar para el aburrimiento, pues está ocupado ayudándola en sus quehaceres
y lo mejor es que ahora, juntos, todo lo hacen más rápido y les queda tiempo para jugar.