Carlos Carrillo se las ingenia para subvertir ese grado cero y llevar al extremo esa misma regularidad a través de lo podríamos denominar como “estética de lo perverso” y de lo “abyecto” que supone la depravación de (y en) lo humano. Si tuviéramos que emparentar su narrativa, en principio, esta sería una mezcla del Marqués de Sade con H. P. Lovecraft. A ellos se suman ciertos aires grotescos de Stephen King y el espíritu del heavy metal como gran matriz y sus derivaciones sonoras. Todo ello, claro, más el toque Carrillo. Escenas rituales (y de iniciación sexual) vinculadas a una cierta noción de creencias esotérico-subterráneas, figuras monstruosas, estupro, canibalismo, y el humor negro serán constantes en sus relatos. Pero más allá del registro sexual, la exploración de estos “otros mundos” se puede dar en otras circunstancias, más vinculadas a la ciencia ficción (CF) o la fantasía.
Gabriela Arciniegas