A partir del hallazgo del fuego el ser humano ha contaminado la atmósfera con gases perniciosos y polvo. Una vez que se inició a usar el carbón como combustible durante el siglo XIX este problema inició a ser una inquietud general. El crecimiento de consumo de los combustibles por la industria, por las gigantes concentraciones humanas en las superficies urbanas y por la aparición del motor de detonación, ha empeorado el problema año tras año.
En sentido extenso, la contaminación del viento podría ser producto de componentes naturales como emisiones de gases y cenizas volcánicas, el humo de incendios no provocados, el polvo y el polen y esporas de plantas, hongos y bacterias. No obstante, la contaminación derivada de las ocupaciones del hombre, es la que representa el peligro más grave para la igualdad de la biosfera generalmente.