En los tiempos antiguos cuando las lluvias desparecían los hombres, mujeres, niños, animalitos salían a caminar por calles y cerros para pedir llorando a los dioses que vuelva la lluvia. Y los dioses escuchaban a los enamorados del agua, recibían sus ofrendas y la lluvia retornaba, tiempos de reciprocidad y respeto. Cenizas en la aurora está en otro tiempo y en otro contexto, tiempo purun pacha, tiempo de oscuridad y desgobierno, nina pacha tiempo de candela y crueldad contra lo verde; por ello el libro es un grito desesperado, en el que utiliza diversos discursos: poesía, narrativa, entrevista, imagen, carta, epígrafe. Así en poesía canta al árbol herido; al colibrí que se hunde en el corazón del sol; al hombre hecho brasa, ceniza, ser que respira petróleo; al pez difunto. En el discurso periodístico registra reportajes al planeta que agoniza, todo reconfigurado a partir de noticias ciertas, potenciada su credibilidad por el arte de su palabra; en su tránsito desesperado se encuentra con Arguedas, Chomsky, Paz, Rulfo, etc., quienes se adhieren a su palabra y marcha; pero también se encuentra con sus amigos quienes comparten su sentir. En Cenizas en la aurora hay reclamo desesperado en sus líneas e imágenes, pero también hay un fino hilo de esperanza al que el mundo se puede aferrar para defender la vida en este planeta tierra.