Este libro es un intento por responder la siguiente pregunta: ¿Quién debería encargarse de la educación de los niños: el Estado o los padres? ¿Quién conoce mejor a sus hijos que los propios
padres?, por tanto, quién podría ser mejor que los padres para cumplir ese deber, acaso querríamos que un monopolizador de la violencia ejerza el gran poder de la educación sobre los niños