Desde que tengo memoria, Barranco es parte de ella. Aunque de niña vivı́ muy lejos, visitar a mis abuelos en la casa del malecón Paul Harris o a mis primos en la calle Tacna fue siempre fascinante. Luego, en mi adolescencia, los encuentros con amigos en el boulevard me traı́an de vuelta una y otra vez. Tengo momentos imborrables sucedidos aquı́, como la vez que falté al colegio y nos encontramos con Julio Ramón Ribeyro caminando casualmente por la avenida San Martı́n. Hoy vivo aquı́ y, aunque no soy barranquina de nacimiento, lo soy de corazón. ¿Cómo describir un distrito tan especial y lleno de contrastes? Barranco es historia, es cultura, es sinónimo de diversión, pero, sobre todo, es barrio. Un barrio de grandes casonas y pequeñas quintas, de vida nocturna y de pasajes solitarios, de ruido estridente y de silencio infinito, de amaneceres inundados de neblina y atardeceres llenos de colores. Las imágenes que presento no pretenden ser una guı́a turı́stica, ni un manual del distrito; sino que expresan sensaciones, producto de muchos años recorriendo sus calles e intentando capturar su espı́ritu.
–Dominique Favre Falconí